Las preguntas que todo cristiano debería hacerse son el punto de partida para navegar por las encrucijadas de la vida. ¿Cambiar de trabajo o quedarse? ¿Empezar a salir con alguien o no? ¿Hacer esa compra importante o esperar? Nuestra vida es una sucesión de decisiones que, tomadas en conjunto, configuran el curso de nuestra existencia.
Para los cristianos, este camino es aún más complejo, porque no sólo buscamos tomar decisiones “buenas”, sino decisiones “sabias” que honren a Dios. La parálisis de la indecisión es un sentimiento real y agonizante; llegamos a tener miedo de dar un paso equivocado, de salirnos de la voluntad de Dios o de arrepentirnos amargamente en el futuro.
En esta niebla de incertidumbre, la Palabra de Dios no nos ofrece una bola de cristal, sino algo mucho mejor: una brújula. Nos promete sabiduría, y la Biblia está llena de principios intemporales para guiarnos.
En este artículo, exploraremos un marco práctico basado en estas tres preguntas esenciales, extraídas de la sabiduría bíblica. No se trata de una guía con respuestas fáciles, sino de una invitación a un proceso de discernimiento que profundizará tu confianza en Dios.
Pregunta 1: ¿Glorifica a Dios esta decisión?
La primera y más importante pregunta que debemos hacernos no es “¿Qué quiero?”, “¿Qué es lo mejor para mí?” o “¿Qué me hará más feliz?”. La pregunta fundamental que debe guiar todas las demás es: “¿A la larga, esta elección traerá gloria a Dios?”.
Esta pregunta actúa como un filtro primario, elevando nuestra decisión del plano del egoísmo al plano del propósito eterno. Nos obliga a evaluar los motivos más profundos de nuestro corazón.
Una decisión motivada por el orgullo, la envidia, la codicia o el miedo, aunque parezca lógica y beneficiosa desde fuera, no puede ser una decisión sabia a los ojos de Dios.
Cuando ponemos la gloria de Dios como objetivo último, muchas opciones que antes parecían viables se descartan de inmediato, y el camino correcto empieza a estar más claro.
La sabiduría no empieza con nuestra inteligencia, sino con nuestra intención.
Una vida sabia es una vida vivida con una gran obsesión: la de magnificar el nombre y el carácter de nuestro Creador en todas las cosas.

Centrarse en la gloria de Dios
El apóstol Pablo nos da el principio rector de toda la vida cristiana en 1 Corintios 10:31: “…tanto si coméis como si bebéis o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”.
Este versículo convierte cada acto, desde el más sagrado hasta el más mundano, en una oportunidad para la adoración. Tomar una decisión, ya sea sobre nuestra carrera, nuestras relaciones o nuestras finanzas, se incluye en este “cualquier otra cosa”.
En Colosenses 3:17, lo refuerza:
“Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de obra, hacedlo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él”.
Hacer algo “en el nombre del Señor Jesús” significa actuar como Su representante, de manera que refleje bien Su carácter.
Pregunta 2: ¿Esta decisión está en consonancia con la Palabra de Dios?
Si la primera pregunta alinea nuestro corazón, la segunda alinea nuestras acciones con una norma objetiva de verdad.
La sabiduría divina nunca contradice la Palabra revelada de Dios. Mientras que nuestros sentimientos son volubles y nuestra lógica defectuosa, la Biblia es nuestra “roca”, una guía segura e inmutable.
Ninguna decisión que viole un mandamiento claro o un principio general de las Escrituras puede considerarse sabia, por muy “correcta” que parezca o por muchas “puertas abiertas” que aparezcan.
La Palabra de Dios es nuestro principal instrumento de discernimiento y el seto de protección que nos impide caer por el precipicio.
Aprender a tomar decisiones sabias es, en gran medida, aprender a profundizar en las Escrituras en busca de orientación.
Esto no significa utilizar la Biblia como un libro del horóscopo, abriéndola por una página al azar en busca de un versículo mágico.
Significa cultivar un conocimiento coherente de la Palabra, de modo que sus principios configuren nuestro pensamiento y nos permitan evaluar nuestras opciones a través de la lente de la verdad de Dios.

Autoridad de las Escrituras
El Salmo 119:105 es el versículo clásico sobre la guía divina: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino”.
La luz no ilumina todo el camino, sino el siguiente paso. La luz no muestra todos los detalles del destino, pero aclara la dirección general.
En 2 Timoteo 3:16-17, Pablo afirma que
“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir y para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios esté equipado y enteramente preparado para toda buena obra.”
La Biblia tiene todo lo que necesitamos para estar “plenamente preparados” para las decisiones de la vida.
Pregunta 3: ¿Ha sido confirmada esta decisión por Dios?
Dios nos ha dado su Palabra como guía objetiva, pero también nos ha dado dos herramientas subjetivas pero poderosas de confirmación: el consejo de la comunidad de fe y la paz del Espíritu Santo.
La sabiduría bíblica rara vez es un camino solitario. Tomar decisiones importantes de forma aislada es un acto de orgullo y una invitación al engaño. Dios nos ha colocado en el Cuerpo de Cristo para que podamos beneficiarnos de la sabiduría y la perspectiva de hermanos y hermanas más maduros.
Además, el Espíritu Santo que habita en nosotros actúa como “árbitro” interior, aportando una paz que confirma un camino o una inquietud que sirve de señal de alarma.
Aprender a escuchar estas dos “voces” de confirmación es un signo de madurez.
Es el reconocimiento de que no somos omniscientes y de que necesitamos tanto la sabiduría colectiva del pueblo de Dios como la guía íntima de su Espíritu.
Una decisión que glorifica a Dios y está en consonancia con Su Palabra normalmente irá acompañada de la confirmación a través del consejo de creyentes piadosos y de una paz interior que trasciende la lógica.

Consejo y Paz
El libro de los Proverbios insiste en la importancia de los consejos:
“Los planes fracasan por falta de asesoramiento, pero tienen éxito cuando hay muchos asesores”
Proverbios 15:22
Pedir consejo no es un signo de debilidad, sino de sabiduría que protege de la propia insensatez.
En el Nuevo Testamento, Pablo nos instruye sobre la paz como guía:
“Que la paz de Cristo sea el juez en vuestros corazones, ya que fuisteis llamados a vivir en paz como miembros de un mismo cuerpo”
Colosenses 3:15
La palabra griega para “juez” aquí también puede significar “árbitro”. La paz de Cristo actúa como el silbato del árbitro en nuestros corazones, señalando si una jugada es válida o no.
Conclusión: 3 preguntas que todo cristiano debería hacerse
El camino de tomar decisiones sabias es uno de los mayores privilegios de la vida cristiana, porque es un camino de comunión y dependencia de Dios. Al interiorizar este marco de tres preguntas, transformamos el proceso de toma de decisiones de una fuente de ansiedad en una oportunidad de crecimiento.
Empezamos con el Propósito (¿glorifica a Dios?), pasamos por la Guía (¿está de acuerdo con la Palabra de Dios?) y llegamos a la Confirmación (¿ha sido confirmada por el sabio consejo y la paz de Dios?).
Este proceso no garantiza una vida sin dificultades, pero sí una vida de creciente alineación con el corazón del Padre. Con cada decisión tomada a través de esta lente, nuestra confianza en Él se profundiza y nuestra capacidad para discernir Su voz mejora.
Recuerda que la promesa de Santiago 1:5 sigue en pie: “Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, que se la pida a Dios, que la da a todos libre y voluntariamente, y le será concedida”.
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